Si me da por confesar, te confesaría muchas cosas. Algunas
tan simples e irrelevantes como que no soy rubia natural, que suelo llevar
pestañas postizas y que llevo un tatuaje en mi muñeca izquierda, las típicas
cosas que puedes descubrir de mí solo con echarme un vistazo. En ese primer
vistazo, me vas a juzgar, seguro, aunque procuremos no hacerlo, todos caemos.
Si te quedas a tomarte una caña conmigo, descubrirás que me
apasiona la moda, que se me llena la boca hablando de arte, que soy de risa (y
de mueca) fácil. Si te convenzo,
terminaremos en la barra de algún bar intentando solucionar el mundo, y te
darás cuenta de que a lo mejor tengo demasiadas ilusiones y peco de ilusa, que
mis 21 años se notan, que hablo con esa ingenuidad con la que hablan aquellos a
los que la vida no les ha propiciado los suficientes palos… y posiblemente te
preocupes por esa adicción a la cerveza que tengo.
Si superas esa noche conmigo, habrá un parón. Soy de esas de
las que de primeras no le importa invertir en quimeras, pero que a la mañana
siguiente se cansa, se agobia, y piensa que casi mejor estar sola. Pero si
vales la pena vuelvo, vamos que si vuelvo! Aquí descubres que cuando se me mete
algo entre ceja y ceja difícilmente cambio de idea, que si quiero algo de
verdad, voy a por ello, que mi parte pasional invade mi racional y no atiendo a
razones.
Si eres capaz de soportar mi cabezonería, te darás cuenta de
que tengo un carácter de mierda, de las que un día se levanta de mal humor y a
la mañana siguiente te despierta con besos en el cuello. Que pierdo los nervios
fácilmente y que soy impaciente, que todavía estoy aprendiendo a ser constante y
a respirar hondo cuando las cosas no salen como quiero. Que me levanto con los
labios hinchados. Que tengo muchísimas manías, de las absurdas y me revienta
cuando no puedo cumplirlas. Que tengo una quemadura que me hice con una moto en
mi pierna derecha. Cuando nos enfademos y discutamos, voy a llorar. Mucho
además, cuando me siento impotente es como reacciono. No soy obediente, ni
sumisa y soy incapaz de estarme callada y mucho menos de estarme quieta. Cuando
me ponga nostálgica voy a escuchar a Loquillo y a Sabina hasta la saciedad, a
mi es que los acordes de “cadillac
colitario” me remueve por dentro. Que
palpo todas las telas que se me ponen entre mis manos y analizo todas las
costuras. A lo mejor nunca seré capaz de
entender que es lo que sientes, pero se escuchar.
Esto y muchas más cosas, quédate y te lo cuento.